–Esperan el sueño americano, pero  viven la pesadilla mexicana–

Gastón monge

Nuevo Laredo, Tamaulipas.- Luego de tres meses y medio de haber sido instalado un improvisado campamento que sirve de refugio y albergue en la plaza Morelos de esta frontera, medio centenar de migrantes de Venezuela, Colombia, Ecuador, Honduras, Guatemala, El Salvador y México sobreviven y esperan con ansia la cita que ya tramitaron y que aún no les llega.

Hacinados y con hambre y algunos con niños enfermos, esperan ser llamados por las autoridades estadounidenses, pero la espera es larga, tediosa y frustrante; tienen de tres días a tres semanas en este lugar olvidados por organismos y autoridades, aunque mujeres de un grupo religioso no católico llamado ‘Mujeres Valientes y Esforzadas’ les lleva alimento una vez por semana, porque necesitan comida, fruta, agua y alguna ropa para los niños.

Lo hacen desde que llegó a este lugar el primer grupo de migrantes de Venezuela en julio de este año cuando juntos sumaban cerca de dos mil, ya que otros grupos que antes les apoyaban, al parecer se olvidaron de ellos, incluso algunas autoridades, ya no los visitan y los dejan en el abandono.

“Seguiremos viniendo mientras ellos lo necesiten, porque son personas que tienen muchas necesidades, porque sentimos tristeza por los niños y porque vemos su necesidad”, refirió una de las altruistas de este grupo.

Cerca de ahí, bajo una de las carpas se encuentra el mexicano Hugo, un joven de 30 años de edad que llegó hace unos días desde Salamanca en Guanajuato. Relató que junto con su esposa y e hijos abandonaron aquella ciudad debido a la extrema violencia que priva en dicho municipio.

“Hay mucha inseguridad y por eso dejamos todo lo que teníamos para buscar llegar hasta Los Ángeles o en Chicago, porque hay mucha inseguridad  y decidimos abandonar la ciudad”, comentó el migrante.

Mientras Hugo narra su odisea, Jenny, su esposa de solo 26 años, sujetó a uno de sus dos pequeños hijos que está enfermo y, juntos esperan que la cita tramitada a través de la aplicación CBP-One, les llegue lo más pronto posible.

Cerca de allí un joven hondureño intenta cruzar la frontera con la aplicación, ya que salió de su país debido a la inseguridad que priva en su ciudad de origen en donde tenía un negocio familiar que tuvo que vender debido al saqueo y a las extorsiones de los pandilleros.

“Ya tengo la aplicación y nomás me toca esperar, aunque ya casi cumplo dos meses aquí”, dijo con tono de tristeza, quien al igual que Hugo es de los migrantes más recientes que han llegado a la ciudad, entre los mil 700 o dos mil que hubo originalmente en este lugar.

Así vive este grupo multicultural de migrantes, hambrientos, sedientos y entre montones de ropa tendida en cualquier parte, luego de ser lavada con el líquido que brota de una sola llave pública instalada para ellos por las autoridades municipales.

A lejos se aprecia una unidad de Protección Civil, vigilante para la atención inmediata de estas personas, en caso de ser necesario.

La ausencia de ONG’s como Médicos sin Fronteras, Organización Internacional para los Migrantes (OIM), Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), y algunas autoridades municipales y estatales, es notoria.