La Paradoja del Ladrillo: Liderazgo Carismático en Casa de Incompetentes

La Paradoja del Ladrillo: Liderazgo Carismático en Casa de Incompetentes

De Primera

Arabela García

La llegada del cierre de año, con su habitual mezcla de eventos festivos y un respiro superficial en la actividad social, encuentra a muchas comunidades en una tregua ilusoria. La realidad económica, sin embargo, actúa como un recordatorio contundente: el bienestar prometido sigue siendo esquivo. Esta brecha entre la promesa y la realidad no es un accidente, sino el resultado directo de una peligrosa ecuación: un líder que se sostiene por el carisma, pero que gobierna con cimientos de incompetencia. Este es el corazón de la Paradoja del Ladrillo, donde la visión del titular se desmorona ante la fragilidad de su estructura interna.
La Dualidad del Liderazgo: Carisma vs. Competencia
Es un patrón familiar en la política latinoamericana: la figura del líder municipal (alcalde o presidente) destaca por el carisma como es el caso de Alberto Granados y un esfuerzo palpable por mantener un equilibrio político. No obstante, esta voluntad individual choca con una barrera infranqueable: la mediocridad estructural de su administración.
Un Gabinete o equipo de colaboradores plagado de perfiles mal preparados o designados por cuotas de lealtad, y no por competencia técnica, es el principal lastre. La gestión municipal eficaz es un esfuerzo colectivo; cuando los operadores clave son inherentemente inservibles, el proyecto de gobierno está condenado, independientemente de la popularidad de su titular.
La Crisis Central: El Desmantelamiento de la Rendición de Cuentas
El foco de la crítica debe recaer en el Cuerpo Colegiado (Cabildo, Concejo, Junta de Regidores), el órgano de representación popular por excelencia y, teóricamente, el contrapeso más importante al ejecutivo local.
En términos de Teoría Política, la función principal de este cuerpo es la rendición de cuentas (de Alberto). Sin embargo, en nuestro contexto, se convierte en un símbolo de la crisis institucional. Su inoperancia se manifiesta en una triple erosión de la democracia:
  1. Déficit de Fiscalización: El órgano se convierte en un simple “sello de goma”, aprobando presupuestos y decisiones sin una revisión crítica. Esto anula el mecanismo de de Alberto horizontal, donde una institución vigila a otra.
  2. Parálisis Legislativa: Se privilegian los acuerdos políticos y las prebendas por encima de la creación de normativas municipales de alto impacto. La verdadera representación ciudadana, que debería ser vertical, se desactiva.
  3. Clientelismo y Cuotas: Los cargos no se entienden como un mandato de servicio, sino como una cuota de poder, priorizando el beneficio personal o de grupo sobre el interés colectivo.
Cuando el Cabildo es “más reprobado que aprobado”, la ciudadanía queda desprotegida y la administración opera sin contrapesos, facilitando la opacidad.
Esta fragilidad institucional genera otra práctica endémica: el uso de los cargos superiores como escudos protectores. La aspiración a una Diputación Federal o a un escaño similar se interpreta menos como un salto de ambición legítima y más como una táctica de blindaje político. Una posición de fuero es vista como la mejor garantía para asegurar el “respeto” de los adversarios y la impunidad ante futuras rendiciones de cuentas, como sucedió con Mario López.
Esto revela una política enfocada en la supervivencia personal y no en el servicio público, un vicio que perpetúa la desconfianza cívica.
La Locura Postulatoria: Cuando el Descaro Vence al Mérito
Finalmente, asistimos a la “sacada de la manga” de candidaturas sin sustento, como la audacia de ciertos alcaldes. Ejemplo Lalo Gattas por decir alguno o cualquier otro ejemplo regional. La llamada “locura” de la política no reside en la existencia de personajes excéntricos, sino en la falla sistémica que permite que el atrevimiento y la cuota partidista tengan más peso que un historial de resultados positivos.
La política se percibe como una arena donde la improvisación y el descaro sustituyen al mérito y la capacidad.
La visión de la política mexicana desde el exterior —analizada con un ojo puesto en la inversión y la estabilidad— no ve “locos”, sino inestabilidad institucional y una deficiencia crónica en la rendición de cuentas (accountability). La sociedad no puede darse el lujo de resignarse a este patrón. Se necesita pasar de la aceptación pasiva a la exigencia contundente. Debemos demandar que nuestros Cuerpos Colegiados cumplan su rol de vigilancia y que cualquier aspirante a un cargo superior demuestre capacidad inobjetable antes de presumir de atrevimiento. Solo así se podrá desmantelar la casa de incompetentes y construir una administración basada en el mérito y el servicio real.
Sugerencias y comentarios arabelagarcia01@hotmail.com
SALUDOS
editor

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