Tiempo de Opinar
Raúl Hernández
Históricamente ha sido aliada del gobierno
-AMLO quitó publicidad a medios y se las dio a otros
-¿A quién le cree más, a Lord Molécula o López Dóriga?
Tiempo de opinar
Raúl Hernández Moreno
28-julio-2025
Históricamente, la prensa mexicana, en su gran mayoría, ha sido aliada y cómplice del gobierno en turno, previo pago de jugosos contratos de publicidad.
Así ha sido siempre, desde que México surgió como nación, en 1821 y lo mismo ha pasado en gobiernos conservadores y liberales. Todos actúan igual, el gobierno determina la libertad de expresión en función de los aplausos que los medios le dedican. Si lo critican, son mercenarios.
En estos 200 años como nación, hubo dos gobernantes que cancelaron los convenios de publicidad a los medios, por una razón muy simple: no había dinero y la respuesta de ellos, fue una crítica feroz contra Benito Juárez y Francisco Madero. Cuando éste último fue inmolado por órdenes del chacal y dipsómano de Victoriano Huerta, al día siguiente los periódicos festejaron la muerte del que quizá haya sido el presidente más ingenuo y desleal a sus amigos, tan ingenuo que pensó que porque su familia financió la revolución podía hacer lo que quisiera, empezando por traicionar a Pascual Orozco, Francisco Villa y Emiliano Zapata. Madero fue ingenuo e ingrato con sus amigos.
Un tercer presidente, Andrés Manuel López Obrador canceló los convenios de publicidad de muchos medios de comunicación e inventó comunicadores y medios digitales que en vez de informar se dedicaron a ensalzarlo.
Si en los tiempos del PRI y el PAN se privilegió a Televisa, TvAzteca y a periodistas como Joaquín López Doriga, Ciro Gómez Leyva, Carlos Loret de Mola, AMLO privilegió con gordos convenios a personajes de caricatura como Lord Molécula, a periódicos como La Jornada, a periodistas como Julio Astillero, Álvaro Delgado, Federico Arreola, a mercenarios como Epigmenio Ibarra.
AMLO tiene la piel tan finita que le dio la espalda a periodistas que lo apoyaron en su camino a la presidencia, como Ricardo Rocha, Brozo, Carmen Aristegui, que creyeron que por ser amigos de López Obrador podían opinar en libertad, pero se encontraron con un tirano.
Con AMLO cambiaron los medios y los periodistas privilegiados por el gobierno. Benefició a sus aplaudidores, sin importar su credibilidad y su rating. Lo que se valoró fue su capacidad de apoyarlo hasta la ignominia.
Ni siquiera perdonó a la revista Proceso, que durante más de dos décadas le ofreció espacios, informando sobre sus actividades políticas y lo arropó en acciones que el gobierno emprendió en su contra, como su desafuero como jefe de gobierno del Distrito Federal.
A las primeras críticas que la revista le dedicó, respondió con sus insultos, con descalificaciones, con barbaridades.
Con sus críticos, fue cruel y utilizó la fuerza del Estado para intentar someterlos, para desprestigiarlos, para amedrentarlos, aunque hay casos, como el de Carlos Loret de Mola, que su poder no le alcanzó para doblarlo. Lo sacó de Televisa y creyó que negándole un espacio en la televisora desaparecería de los medios y Loret se empoderó.
La misma estrategia utilizó contra su amigo Brozo, el payaso tenebroso, a quien también logró sacar de la televisión abierta. Lo bueno, que eran amigos.
También utilizó el poder del estado para intentar desprestigiar a periodistas como Azucena Uresti, Dennise Dresser y Carmen Aristegui, pero fracasó en el intento. Las tres siguen en el ejercicio del periodismo y siguen gozando de gran credibilidad. Obviamente hay quienes no están de acuerdo con ella y que bueno que así sea. Eso es vivir en libertad.
AMLO sepultó a la agencia de noticias Notimex. No le importó dejar sin empleo a cientos de trabajadores. Utilizó a la reportera San Juana Martínez como ariete para destruir a la agencia y cuando lo consiguió le asestó una patada en el trasero. Ya no la necesitaba.
AMLO no sólo censuró a la prensa, utilizó el poder del estado para acosarla, para desprestigiarla, incluyendo a la prensa extranjera, a los que públicamente descalificó e insultó, clasificándolos de mercenarios y estar al lado de la derecha, aunque nunca se atrevió a acusarlos ante un tribunal judicial, porque sabía que no podía comprobar sus dichos.
Primero con AMLO y ahora con Sheinbaum, la prensa se ha convertido en el principal opositor al gobierno. Si antes de la llegada de Morena, la revista Proceso podía presumir que ejercía un periodismo sin concesiones, ahora eso es extensivo a televisoras, periódicos, medios digitales. El gobierno podrá acusarlos de mercenarios y de no decir la verdad. Está en su derecho de defenderse y los medios de criticarlo. La última palabra la tienen los ciudadanos.
¿Le creemos a los medios críticos o a los medios aliados del gobierno? ¿Quién le gusta más, Lord Molécula o López Dóriga?
La prensa aliada puede decir que tenemos el mejor sistema de salud del mundo, que no hay desaparecidos, que la criminalidad es un invento de la derecha y habrá quien les crea.
Como también hay medios críticos que informan diariamente de las masacres que se registran en todos los puntos cardinales del país, de la inflación galopante, que con frecuencia no hay medicamentos en el IMSS y el ISSSTE, de que el salario mínimo no alcanza para vivir, de los grupos criminales que controlan partes del país y habrá quien no les crea, sobre todo, los funcionarios públicos.