Gastón Monge
Nuevo Laredo, Tamaulipas.- Desde que fue ‘abandonado’ por sus padres, Martín Antonio, un joven de 18 años de edad que vivió su niñez en las calles, decidió acudir por su voluntad al Ejército de Salvación, hace 11 años, cuando tenía 7 años de edad, y fue recibido porque estaba cansado de vagar y de no tener un hogar.
Llegó sin nada a este refugio de niños, sin ilusiones, sin dinero, sin voluntad y sin ropa, solo con el deseo de tener una mejor vida, y lo logró porque ahora estudia la preparatoria y el próximo año ingresará a una universidad.
“Me trajo mi mamá porque estaba trabajando todo el día para poderme ayudar y apoyar a los voluntarios del refugio, ya que mi padre los abandonó cuando era muy pequeño, y me dejó cuando tenía dos años, hace 16”, explica con emoción al repasar esa triste etapa de su vida.
Martín Antonio vive desde los 7 años en el Ejército de Salvación, y fue en noviembre del 2010 cuando decidió llegar a este lugar debido a que había hecho de las calles su hogar, ante la falta de atención que un niño de su edad requería.
Martín ya rehízo su vida en este lugar, pero pronto lo tendrá que abandonar porque el reglamento especifica que solo hasta los 18 años de edad podrán ser atendidos los niños que se encuentren aquí, por lo que tendrá que valerse por sí mismo y buscar un empleo que le permita seguir con su vida.
“Yo estaba viviendo completamente en la calle, pero vivía en Tampico y en Altamira, y allí viví tres años con mi madre, cuando tenía cinco años, y nos vinimos acá cuando tenía 8 años”, explica con naturalidad mientras evoca esos tristes recuerdos que quisiera borrar de su mente.
Pero Martín y su madre vivían en las calles, sin ayuda de nadie ni de alguna institución, y aunque tiene 7 hermanos, dos de ellos viven en Nuevo Laredo porque son mayores de edad, mientras que los restantes cinco y Martín se fueron a Tampico, y en ese lugar se fueron separando poco a poco hasta que quedó solo con su madre.
Un hermano menor de nombre Rodolfo se quedó un tiempo con ellos en Tampico, pero debido a un problema que tuvieron en ese puerto, el Sistema DIF se hizo cargo para que no se perdiera el lazo familiar entre ellos, por lo que los tres vinieron juntos a esta ciudad.
“Cuando llegamos aquí yo era como cualquier niño. Se me hizo difícil todo, y tener que esperar hasta que llegara mi mamá, o esperar el viernes para irme con mi madre y estar con ella y mi hermano sábado y domingo…pero el recuerdo es muy vago”, explica.
A pesar de vivir en la calle todos esos años, dice Martín que nunca perdieron el vínculo familiar con su madre, y lo único que conoció de niño fue trabajar y andar en las calles en Tampico, una vida que calificó de dura y muy difícil.
Ahora que ya tiene 18 años, pero recuerda que por estar en la calle no pudo estudiar en una escuela de manera formal, hasta que llegó al Ejército de Salvación, en donde lo inscribieron a la escuela, y desde entonces se le metió la idea de estudiar en la universidad la carrera de psicología.
“Quiero ayudar a la gente porque perdí mucho cuando era niño por las cosas malas que me pasaron, y el abandono en que me encontraba, y por eso quiero ayudar a las personas que se sientan mal, y que sean indiferentes para los demás”, explica con gusto de poder ayudar a los demás ya como profesionista, sobre todo a quienes ha pasado las penurias de vivir en las calles.
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